Camino del trabajo.
El otro día soñé.
Que iba en bici, cansado de estar en la oficina, eran eso de las 6:40pm, había salido un poco tarde. En la bici anduve entre las calles para salir a la avenida principal y donde el camino a casa es por dos rutas; por un túnel debajo de las vías, o por un puente que pasa sobre ellas.
Como todavía a esa hora hay sol decido siempre ir por arriba, tomo la bici por el volante y subo caminando las rampas. Al ir subiendo la primer rampa miro los trenes pasar a un costado, lentos y pesados, casi como cansados, claro, como si las maquinas pudieran cansarse alguna vez, pero así las veo, que a cada vuelta de rueda les pesa más la carga, a veces vacía o a veces llena, pero siempre igual de cansados. Subo la segunda rampa y miro la calle por donde venía, los coches bajan por el túnel casi como conejos a una madriguera, andan rápidamente uno tras otro saltando por el pequeño tope antes de entrar. Subo la tercer rampa y miro los dientes de una bestia que se asoma desde la tierra, con unos dientes hechos de concreto a los cuales les salen alfileres, y a veces, si presto mucha atención, casi puedo ver como empiezan a cortar las nubes... Subo la cuarta rampa y vuelvo a mirar los trenes y las vías, lucen más pequeños pero más largos, casi no alcanzo a ver su principio ni mucho menos su final, son enormes gusanos mal-formes, con partes más gordas y otras vacías, como una serpiente que parece haber tragado una gran cantidad de cosas a la vez y que ahora lucha por digerir. Subo la quinta rampa y veo los patios de las casas, los estacionamientos, las ventanas abiertas de algún departamento, la gente por las calles, platicando, corriendo, caminando, y veo pasar infinidad de gentes y junto a ellos veo pasar a la misma vida...
Al llegar a arriba miro el gran corredor enrejado, tal vez alguien pensó arrojarse --pienso--- tal vez alguien lo hizo... Me subo en la bici y comienzo a andar, un pedaleo a la vez, sin prisa que aunque llegue tarde no hay nadie que me ocupe.
Una cosa que siento al estar ahí, siento como el mundo me traga, como se obscurece el cielo por que los dientes de la bestia comienzan a cerrase, pero yo no lucho, dejo que me trague, quiero unirme a él, me quedo quieto cierro los ojos, y así, sin saber cómo ni estar seguro de qué se lleva exactamente, me siento más ligero una vez que vuelvo a caminar. Llego al otro lado, bajo las rampas velozmente sobre la bici y sigo mi camino, dejando arriba de ese puente, algo que todos los días me pesa al regresar a casa...
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